jueves, 17 de enero de 2008

el lento y colosal suicidio de Turtle Kid



En la oficina tiene su sonrisa y su caparazón, Turtle Kid. El otrora fabricante de jabones. Quien ahora rumia su incertidumbre sentado en una silla de material sintético, sonríe con esfuerzo a los visitantes, a los colegas y, claro, también a su jefe que es un avestruz.

Turtle adquirió, nadie sabe como ni cuando, una extraña manía por hablar del suicidio. El viernes último tomó 2 o tres copas demás de cañazo o alcohol, o quién sabe que porquería. Entonces recobró su locura y decidió abordar el primer vuelo a Saturno, por la mañana, muy temprano.

Kid se encuentra completamente desasosegado, desde que supo, contra toda esperanza y por fuentes demasiado confiables. Que la luna es redonda como una bola de queso y que los zapatos no son los seres cariñosos, preocupados únicamente en abrigar nuestros pies, que aparentan.

La vez pasada El Huamanguino sorprendió a Turtle masturbándose a do manos sobre el lavado del baño de señoras. ¡Pobre Turtle! Ya no puede mirar a los ojos de ninguna señora. Ahora tiene él mismo que ya nunca mirarse.

Como todo mitómano, Turtle nunca pudo dudar de cosa alguna. Está convencido de que todo es verdad, de que la vida no es una mentira.

Ha decidido abandonar este lugar, pero siendo el cobarde compulsivo que es, se da perfecta cuenta de que no podrá matarse. Ha ideado entonces una forma de morir un poco extraña ¡Ya está muerto! Locamente sonríe cuando alguien lo trata como si estuviese aun vivo. Ríe sonoro, a escondidas. Y se palmotea alegre los omóplatos. Así la gente lo toma por loco o por estúpido, pero cándidos, no se dan cuenta que el ya se murió.


El Orate

No hay comentarios: