viernes, 27 de junio de 2008

Hoy caminaba, digo, iba pensando, pero en qué. Una puta oficina y dos imbéciles, el uno agazapado sobre sus papeluchos y el otro, el otro con un sandwich debajo de la mesa, los dedos grasientos. Lleva estos mismos dedos largos ineficaces hacia su cabeza, se ablonda la cabellera, es un peluquín, sus dientes son de acrílico.

No, no puedo seguir así, todo esto apesta. Y me acuerdo de Chinasky ese si que era un hijo de p... Pero sólo eso, un simple hijo de p... Sin embargo lo leo y me hace sonreír.

Todo esto no es más que una mala broma. Encima hay quienes se desgañitan hablando del calentamiento global y de la desigual distribución de las riquezas. Pero les dices pedo y lloran, son unas niñas engreídas no aceptan el más mínimo asomo de locura, quieren todo blanquito limpiecito, son hinchas de Ghandi de Krishnamurti. Pero que mierda hacen para que las cosas cambien, nada ni un poquito de nada.

Y me canso y pienso que el buen Yorch tenía toda la razón, el mundo es de los proles, sólo ellos tienen la vitalidad, el empuje. Pero están embrutecidos, dopados, domesticados.

Hay que despertarlos y que ellos se encarguen. Después de todo nuestra vida no puede ser más miserable de lo que ya es... ¿O sí?

miércoles, 5 de marzo de 2008

La Sociedad de los Castrados Mentales

Suena duro y algunos pensarán que exagero pero en la sociedad en que vivimos actualmente está prohibido pensar. Por supuesto que no hay carteles como los que prohiben fumar cigarrillos en lugares públicos. Se imaginan, sería risible. Nada tan grotesco y absurdo como la verdad. Es que estamos convencidos de que pensamos más o menos con libertad. De que somos independientes en el sentido mental. Por lo menos en ese terreno no se pueden meter, a menos que nos inyecten alguna droga o nos laven a la mala el cerebro.



¿Qué tan cierto es eso?

Es mentira, una mísera mentira que nos contamos a nosotros mismos para no volvernos locos. Para encajar, para tener mi auto mi familia mi mujer bonita y que se yo.



Leyendo sobre el autismo encontre algo interesante. Ellos, los mismos autistas, proponen una definición respecto a su estado que es realmente revolucionaria. La Neurodivergencia. Es decir existen personas "normales", los neurotípicos y personas "anormales" los neurodivergentes.



Tan simple como esto. Los neurotípicos son los castrados mentales. Incapaces de ver más allá de las estrechas miras de la sociedad en que viven. El rebaño.



Bueno esto que digo no es nuevo, muchos lo han dicho antes. Nietzsche, Marcuse, Cortazar, Luchito Hernández, la lista es larga y no estamos para enumerar.



Sin embargo nadie los ha tomado muy en serio. Las personas siguen creyendo que piensan cuando en realidad sólo balbucean algunas ideas. El intelecto lo que se conoce como intelecto es simplemente la enumeración de algunas habilidades que sirven para sobrevivir, en algunos casos para ser famosos como Bayli o Chayanne... o cualquier otro ímbecil de ese calibre.



Algunos creen que Bayli es inteligente por ejemplo. Nada más falso es un tipo con una gran habilidad para enlazar ideas, empático. Pero incapaz por ejemplo de alguna sensibilidad más allá de la neurotípica compasión televisiva.



En fin siempre me le prendo a Jaimito, diran ustedes. Pero qué se le va a hacer es el más famoso "perro del hortelano" que conozco.

martes, 5 de febrero de 2008

Decrepitud

"Un día el discípulo increpó al maestro con estas palabras: Padre, elmundo humano se derrumba. Las gentes están locas, desvarían.No sé que será de los hombres. Hijo, respondió el anciano, si la maldad de los hombres superará aunque fuera en un ápice a su bondad la sociedad humana, como tu dices, se vendría abajo ¿Ha sucedido ya eso?"



Nadie sabe lo que hace
deambulan
zombies
semi despiertos
ahítos de efímero placer
una vez
y otra vez
y otra...

Y nada
Y agresión suicida
deliciosa agresión
Y morbo

Regusto
estrafalario regusto
de la caída
del que cae
del que tropieza

Del enfermo
del inerme

Y llaman loco al cuerdo
e idiota al lúcido

Sacan a relucir su sensualidad
monstruosa
su vomito
maloliente
su sexo esteril

Y nada saben de
lo que hacen
Y nada de lo que dicen
Y nada de lo que piensan

Pero aun asi
la hierba sigue
creciendo
en los recónditos caminos

Y los animales se aparean...

La tierra
bostezará quedamente
y esta lacra llamada
humanidad
será un mal recuerdo
un sueño efímero
del que es conveniente
despertar
sólo eso...

Y el universo despertará.

viernes, 25 de enero de 2008

Los Poetas


El texto siguiente pertenece a Gonzales Prada. Directo, sincero y "desahuevante". Así es el estilo que emplea el maestro para definir a "los poetas". Aquellos seres a quienes el ego ha sobrepasado hasta el punto de ya no aceptar ningún tipo de crítica.
Prada posee además de una cultura muy amplia, conocimientos sobre ciencias naturales. Por ese motivo encuentra en los "hombres de letras" las deficiencias típicas de quien no se toma su trabajo con seriedad y se esconde mediócremente tras el disfraz del gusto personal (capricho), de la opción individual. Que como sabemos es la manera en que los irresponsables ocultan sus desaguisados.


LOS POETAS
Para ciertas gentes, los poetas se dan la mano con los bobos que resuelven charadas o coleccionan estampillas. Si a uno le saludan: " -Adiós, poeta", quieren decirle: "-Adiós, tonto".
Causa grima la idea que muchos se forman de la Poesía y de los poetas. Así, cuando en los corrillos algún bárbaro sale con una enflautada, todos prorrumpen a una voz: "-¡Hombre, no venga usted con poesías!". Cuando un pelafustán siente algo que le incomoda, exclama: "-¡Esto sí que es verso!".
* * *
El mundo no está cansado de poesías ni de poetas, sino de coplas y copleros. Al surgir un Tennyson, un Campoamor o un Lamartine, los oídos se abren para saborear las melodías, las manos se extienden para comprar los libros.
Si un poeta afirma que reina el positivismo, que el Arte agoniza, que las musas se van como los dioses, entiéndase que ha zurcido unos malos cuartetos, que ha dado pifia en una leyenda o que le han silbado una comedia.
Cometen los poetas graves errores y quieren que el público se trague la píldora. Yerran higiénicamente al pensar que agua y jabón ahuyentan los consonantes, y yerran económicamente al figurarse que diez dedos y una lira deben constituir el solo capital de un poeta.
¡Si los poetas estudiaran más de lo que estudian! Casi todos rompen la Gramática, se aferran al Diccionario de la Rima y representan a lo vivo el capítulo del Padre Isla: De cómo Fray Gerundio deja los libros y se mete a predicar.
La egolatría, la adoración de sí mismo, caracteriza al tocador de lira: cada poeta coge un incensario, se encarama en el altar mayor y se inciensa de lo lindo, haciendo el papel de santo, monaguillo y público devoto.
* * *
La Humanidad no comprende a los poetas, que, sin embargo, siguen en el capricho de hablar con quien no les entiende. Cantan lo que piensan o sienten y hasta lo que no sienten ni piensan. Pretenden mantenernos con su propia sustancia: especies de pelícanos amorosos, nos toman por sus hijos y quieren alimentarnos con pedazos de sus entrañas. Los que no guardan mucho en el armario, cantan sus sueños. Por hablar, lo dicen todo; pertenecen, al coro de los confesores, pues nosotros los que leemos versos estamos en el de los mártires.
El público escucha pensamientos, sentimientos, sueños, etcétera, y exclama: "-Todo está muy bonito; pero ¿a mí qué me importa?".
El poeta responde: "-Si a ti no te importa, menos me importa el que no te importe".
Aquí el poeta se parece a cierto maestro de escuela. En un pueblo de la sierra existía un preceptor más bruto que el alcalde, cosa difícil aunque verdadera. Entró un día el alcalde en casa del preceptor y le dijo con tono de reprimenda: "-Oigame usté, mestro, los vecinos murmuran que los muchachos no le hacen caso". "-Pues yo, respondió el dómine, no me quedo atrás, porque si los muchachos no me hacen caso a mí, yo tampoco les hago caso a ellos".

lunes, 21 de enero de 2008

A Martin sin cero...



La ballena que surca irdiscente
el cielo mar las nubes saturnales.
Ya tu sonrisa muerdo, con los dientes.
¿Cabría contenerlos? Ciego a males.

Es la ventana limpia del agónico.
La que de muerte vive, vampirísima.
Ubica entre mis ojos, pentagónico.
El tibio de tu frente que no rima.

Estando en conocelos a mis manes.
Hiperbaton sin seno, sin noticia.
La poca vocación de mis afanes.
Quisiérate inventar belleza misia.

Más no por poco que aquí me desestima.
Debo reconocer hidalgo que estoy loco.
Y que es locura equina quien me anima.
A componer un poco a lo barroco.

Martin sin cero, sin yegua, sin gorrita.


Sin una burla grotesca en tu sonrisa.
Ven a mi lado a verte, estagirita.
Que yo me lloro experto de la brisa.

Y si Don Luis, a quien yo no conozco.
Llegara a permutarse en pensamiento.
Perjuro por Aloysius y me embosco
para capear la furia de tu aliento.





g
El Orate

viernes, 18 de enero de 2008

EL SAPO Y LA GOLONDRINA




“Una golondrina no hace verano”
Cuentan que hace mucho, pero mucho tiempo vivía en una charca ubicada en lo profundo del bosque un sapo viejo y maltrecho.
Este señor había consagrado su vida al estudio, tan intrincado como inútil de cada uno de los sabores que los distintos insectos que a su charca llegaban producían en su paladar. Se consideraba una eminencia en el tema y a todo aquel que acertaba pasar por allí. Este señor sapo, renegón y ufano le soltaba, muy seguro de estar diciendo algo importante, su discurso ridículo y pedante: ¿Sabía usted que las patas de mariposa saben a cielo? ¿Y que los ojos de hormiga son ligeramente agrios y picantes?
Por supuesto que a nadie hacía gracia semejante “erudición”. Habíase ganado, con todo derecho, fama de orate nuestro señor sapo.
Una golondrina que había oído con atención las historias referidas al “sapo loco del estanque escondido”. Se preguntaba intrigada ¿Qué misterio habrá en el corazón de ese sapo que tiene que hablar tales barbaridades para llamar la atención?
Debe ser un alma rota, una herida insoportable. De sólo pensar en ello la pobre golondrina no podía contener las lágrimas.
Decidió idear un plan para conocer más a fondo el alma de aquel sapo. Obviamente, como es evidente, nuestra golondrina tampoco estaba completamente cuerda. Un dolor intenso moraba en su ser.
Es justamente ese mutuo dolor al que inexorablemente arrastró uno hacia el otro a estos dos personajes.
Pero continuemos con el relato. La golondrina decidió espiar al sapo. Desde una rama escondida y cubierta de musgo verde para que la confundieran con una hoja o alguna protuberancia del tronco del árbol. Sofía, que ese era el nombre de nuestra golondrina, observaba con interés los movimientos del sapo loco.
Era muy cómico, no sólo hablaba solo sino que también cantaba y caminaba bailoteando muy despreocupado de lo que sucedía a su alrededor.
Es un alma encantadora en realidad, tierna, infantil y alegre. Pero está solo, igual que yo se ha acostumbrado a esa soledad y su discurso es una muralla que lo separa del resto de los seres. Pensando esto a Sofía se le salían las lágrimas. De pronto, fue tanto su llanto que se formó una charca al lado de la charca del sapo.
El sapo loco al notar semejante intromisión en su hasta ahora invicto aislamiento monto en cólera. ¡Quien osa tener una charca como la mía en de este bosque, grito enceguecido de rencor.
La golondrina sacudiéndose del musgo que la disfrazaba le dijo: Perdone señor sapo soy una admiradora suya. Me contaron que nadie en el bosque es más sabio que usted y vine a que me inicie en los ocultos misterios que usted tan bien conoce.
¡Yo no tengo discípulos! Gritó el sapo. Mi magisterio es de todos y para todos es una de las voces del espíritu del bosque. Además querida. Sabes como yo que nada tengo que enseñarte.
Permítame que viva un tiempo aquí señor sapo, se lo ruego.
¡No, lárgate!
Y la golondrina, cabizbaja con una moral herida entre ala y ala se fue volando y su vuelo era triste, infinitamente triste.
El sapo estaba solo, definitivamente solo. Y por fin soltó una lágrima. Lo sabía, había perdido su última esperanza.
Amaneció y el sapo estaba tirado como una pequeña mancha verde en medio de la charca. Muerto, solo invenciblemente solo para siempre.
La golondrina lo presintió. Desesperada volvió a la charca. Allí estaba el sapo y decidió quedarse con él para esperar la llegada de la porca.
No comía ni bebía y sin embargo nada. La muerte no me quiere se decía la golondrina. Una noche una voz le habló, era el sapo loco, también te amo Sofía. Solo era una voz pero Sofía se alegro muchísimo ¡Gracias señor sapo! ¡Muchas gracias!
Y la vida venció nuevamente.

Esta es una fabula sobre la soledad, bueno. A ver si alguien la comenta.

jueves, 17 de enero de 2008

el lento y colosal suicidio de Turtle Kid



En la oficina tiene su sonrisa y su caparazón, Turtle Kid. El otrora fabricante de jabones. Quien ahora rumia su incertidumbre sentado en una silla de material sintético, sonríe con esfuerzo a los visitantes, a los colegas y, claro, también a su jefe que es un avestruz.

Turtle adquirió, nadie sabe como ni cuando, una extraña manía por hablar del suicidio. El viernes último tomó 2 o tres copas demás de cañazo o alcohol, o quién sabe que porquería. Entonces recobró su locura y decidió abordar el primer vuelo a Saturno, por la mañana, muy temprano.

Kid se encuentra completamente desasosegado, desde que supo, contra toda esperanza y por fuentes demasiado confiables. Que la luna es redonda como una bola de queso y que los zapatos no son los seres cariñosos, preocupados únicamente en abrigar nuestros pies, que aparentan.

La vez pasada El Huamanguino sorprendió a Turtle masturbándose a do manos sobre el lavado del baño de señoras. ¡Pobre Turtle! Ya no puede mirar a los ojos de ninguna señora. Ahora tiene él mismo que ya nunca mirarse.

Como todo mitómano, Turtle nunca pudo dudar de cosa alguna. Está convencido de que todo es verdad, de que la vida no es una mentira.

Ha decidido abandonar este lugar, pero siendo el cobarde compulsivo que es, se da perfecta cuenta de que no podrá matarse. Ha ideado entonces una forma de morir un poco extraña ¡Ya está muerto! Locamente sonríe cuando alguien lo trata como si estuviese aun vivo. Ríe sonoro, a escondidas. Y se palmotea alegre los omóplatos. Así la gente lo toma por loco o por estúpido, pero cándidos, no se dan cuenta que el ya se murió.


El Orate